Aunque paliar la pobreza sea un objetivo actual, la Ley de pobres es una muestra de que la caridad siempre ha estado presente. Desde épocas antiguas se ha promulgado una serie de leyes para disminuirla y financiado con dinero privado. Una de las leyes más importantes y antiguas de Londres era la Ley de pobres. Sin embargo, las leyes mal aplicadas tienen un efecto devastador sobre las personas que pretenden proteger.

La ley de la caridad impuesta

Es sabido el suplicio que puede llegar a soportar una persona en situación de pobreza, pero la Ley de pobres obligaba a la población a contribuir a la causa. Aunque nunca faltaron personas que daban más de lo que la ley exigía, la imposición contribuía a agravar el problema. Algo que bien podría disminuirse atacando a las causas y no a sus consecuencias.

En el año 1796 se aprobó la iniciativa de lo jueces de Berkshire, donde los salarios por debajo del mínimo gubernamental debía compensarlo la Iglesia. Con un sistema que se nutre de las donaciones, los primeros en acarrear con el gasto fueron los propios contribuyentes. Aquel gasto extra en una época donde fluctuaban precios y salarios provocó un crecimiento geométrico de la cantidad de pobres. Por supuesto, y como veremos en las siguientes líneas, esta no era la única deficiencia.

El enfoque de la cantidad

Frente a las iniciativas de pagar un subsidio teniendo en cuenta los precios de mercado, estaba el priorizar la cantidad de personas. Por supuesto las necesidades que pudiera tener una familia eran mayores que las de una persona soltera. Por ello, durante los siglos XVIII Y XIX el subsidio que recibía una familia era sustancialmente mayor, aunque solo le permitiera sobrevivir.

Sin embargo, aumentaban a medida que crecía la unidad familiar. Ante esta expectativa, los hombres solteros encontraban sentido a conseguir una esposa y tener hijos a una edad temprana. Junto con otros factores como las innovaciones agrícolas contribuyeron al aumento tan acusado de la población inglesa durante este periodo. Aunque en cantidades pequeñas, se trataba de dinero obtenido de una manera sencilla.

Las arbitrariedades de los empresarios

Como es esperable, estas medidas económicas solían venir acompañadas de iniciativas laborales. Sin embargo, algunos empresarios veían en la caridad una oportunidad perfecta para ahorrar dinero. Como la parroquia debía compensar los salarios, algunos se escudaban en la imposibilidad de pagar el sueldo completo.

Por tanto, no era extraño que un empresario tuviera una plantilla de trabajadores subsidiados. Como se intuye era muy atractivo acudir a las parroquias en busca de mano de obra barata. Además, las corruptelas tanto por parte del empleador como el organismo parroquial dejaban en muchas ocasiones al pobre en una situación muy desvalida. Obligándole a tomar cualquier puesto para conservar las ayudas o para volver a pedirlas en el futuro.

La utilidad de fingir penurias

Todas las historias tienen dos partes y la malicia anida en la naturaleza humana. Por supuesto, había pobres que encontraban mayor deleite en fingir más pobreza de la real para conseguir el subsidio. Al final, se trataba de un dinero que se otorgaba sin demasiado trámite, y que, aparte de llenar el bolsillo, dejaba mucho tiempo libre. Libertinajes como la prostitución, la bebida o el juego, hacían verdaderos estragos en los hábitos de estas personas.

Ante la baja calidad del trabajo, las fluctuaciones de la demanda/oferta y los malos hábitos, esta moral era un acicate para aquellos que veían justicia en semejante comportamiento. Pocas medidas para cortar estas costumbres se llevaron a cabo entre los obreros. Al final, era evidente que comportarse e incluso esforzarse en un trabajo no era recompensado. Por tanto, la mayoría se inclinada a hacer solo lo imprescindible. De ahí que muchos personajes de la historia vieran a los pobres como una lacra, donde el vicio y la vagancia eran, al parecer, dogmáticos.

A este respecto, conozco una novela que nos habla de la vida de las camareras del siglo XIX. Exponiéndonos las arbitrariedades parroquiales, los abusos de los patronos y el pernicioso comportamiento de la propia camarera. De manos del escritor francés Octave Mirbeau, os recomiendo la lectura del libro Diario de una camarera.

La enseñanza actual de la Ley de pobres

Aunque la situación en España no sea ni por asomo la que imperaba en la Inglaterra de los siglos XV al XIX, la erradicación de la pobreza sigue siendo una prioridad actual. Aunque la caridad es una virtud del carácter humano hay que plantearse hasta que punto los subsidios ayudan a las familias que lo reciben.

Si en lugar de colocar el foco en las consecuencias de la inestabilidad laboral se hubiera ahondado en mitigar sus causas, el gasto subsidiario de las parroquias no hubiera aumentado de manera tan acusada. Desde luego también habría que plantearse la moralidad de imponer la caridad. De cualquier forma, la Ley de pobres nos muestra los errores más frecuentes al asaltar un problema aún vigente. Por lo que sería inteligente y recomendable estudiar la historia para aprender de ella.

 

Nos vemos la próxima semana en el siguiente artículo. Seguiré escribiendo sobre la ambientación de la novela histórica Bajo el mismo sol. Además, debo avisarte de que la segunda parte de la trilogía se publicará este mes. Apúntate al Newsletter para no perderte nada. ¡Que tengas una semana de novela!