Leemos consejos de excelente valor que nos aportan un chute de energía tremendo en la rutina de escribir. Sin embargo, fallamos en la disciplina de aplicar esos consejos día a día. Por mucho que lo intentamos, siempre ocurren imprevistos que no podemos controlar. Te hablaré sobre mis rutinas diarias.

Un hábito repleto de esperanzas

Comienzo el día y enciendo mi ordenador con el pensamiento de escribir 1000 palabras. Sin embargo, pasan las horas y cuando quiero darme cuenta he escrito dos párrafos que son pura paja. Es inteligente marcarse objetivos, incluso yo misma te lo he aconsejado hacerlo en artículos anteriores para desarrollar el hábito. No obstante, somos personas no máquinas y seguir una rutina de escribir perfecta no es viable. Estar siempre al pie del cañón es una visión muy idealista de ser escritora, pero poco realista.

Cuando yo siento momentos de bloqueo o no consigo ese objetivo de escribir 1000 palabras cada día de mi libro, respondo de la misma manera. Salgo a ver mundo, dejo mi ordenador en pausa y realizo alguna actividad que me relaje. Pasear en mi caso es un buen bálsamo para mis frustraciones y te voy a confiar un secreto: los mejores giros argumentales de mis novelas (según mis lectores) los cree cuando no estaba escribiendo. ¡Ese flechazo de inspiración no forzada me hace escribir 5000 palabras en tiempo récord!

La ilusión de querer abarcarlo todo

Muchas personas de mi entorno se sorprenden cuando les digo lo que gasto en correcciones, diseño y maquetación. Conscientes del poco tiempo libre que tengo en mi constante búsqueda de efectivo, me proponen siempre lo mismo. ¿Por qué no te encargas tu de eso y te ahorras dinero?

Si hubiera echo caso a esas afirmaciones, me habría convertido en la mujer ermitaña. Si mi tiempo está repartido entre mi blog, mis libros, mi trabajo y la promoción de mis obras y de por si tengo poco, piensa en esto. ¿Cuánto tiempo libre me quedaría si me ocupara de los servicios que pago? Andaría por el mundo estresada, encerrada en casa y acabaría adquiriendo el color ceniciento de Anne Stewart. Probablemente este sea el mejor consejo que te pueda dar en toda mi vida. Valora tu tiempo, porque a diferencia de tu dinero, este ya no vuelve.

¿Ser polifacética? Es más fácil decirlo que hacerlo

Siempre he defendido que hay que saber un poco de todo. La soltura del conocimiento es impagable y como escritora de novela histórica se bastante de eso. Sin embargo, ¿hasta qué punto es adecuado ampliar ese conocimiento? Me temo que la respuesta dependerá de tus preferencias y objetivos, pero la obsesión es madre de la procrastinación. Si te tiras años leyendo sobre la época victoriana no hay duda de que sabrás mucho, pero tu libro llevará también años sin escribirse. Nunca sentirás que tienes la suficiente información para escribir y no lo harás nunca.

En mis novelas me preocupa mucho la ambientación histórica como te puedes imaginar. Devoro libros de historia, pero al escribir me doy cuenta de que solo una pequeña parte acaba apareciendo en la trama. La mayor preocupación de una escritora de novela histórica es que el lector entienda las características de la época. Querer incluir toda la información, para dejar claro el contexto donde se desarrolla la acción. Pero el lector de novela histórica es curioso por naturaleza y si tiene dudas las resolverá por su cuenta. Dale la bibliografía si quieres, pero no le metas parrafadas de historia en la novela.

Volviendo al tema que nos ocupa, veo bien que sepas un poco de todo, pero no pierdas el tiempo en convertirte en un experto. Si quieres abarcar todos los campos, no serás excelente en ninguno. Teniendo en cuenta lo competitivo que es este mundo, tendrás que ser de los mejores si quieres acabar destacando. Ten algo de cultura general para saber que una sangría, no es solo una bebida refrescante, pero no te ralles. Convierte la rutina de escribir en un proyecto lo más agradable posible.

Procura que tu escritorio sea un templo

Una de las cosas que más me fastidian es que mis vecinos se pongan a dar golpes. Mientras escribo solo quiero oír mis pensamientos y el sonido de las teclas, no a mi vecino berreando como si fuera un ciervo en celo. El ruido ambiental, si te tocan vecinos molestos, suele ser un suplicio, sobre todo si tienes el tiempo muy limitado.

Mi método para lidiar con ellos es poner distancia, dado que tengo una biblioteca al lado de casa, puedo irme. Pero las bibliotecas tienen horarios y a veces cuando escribo están cerradas, así que tiro de la música ambiental. Invertir dinero en unos buenos cascos que te aíslen del ruido puede llegar a ser una inversión interesante si vives en una ciudad como Madrid. Mis canciones favoritas para escribir oscilan desde la música clásica a la instrumental de lluvia o el crepitar del fuego. ¡Esos sonidos me relajan un montón!

Por otra parte, los vecinos que más me molestan con diferencia son los de arriba, y como conozco sus hábitos puedo cuadrar mis horarios de escritura de una forma relativamente fácil. Si tienes el enemigo en casa, puedes inventarte algún recado o instarles a que abandonen la casa durante un par de horas. Si escribes deberías tener imaginación ¿o no?

 

Espero que te haya ayudado conocer mi rutina de escribir novelas. Puedes apuntarte al Newsletter para no perderte nada o unirte a la tripulación del Titán, ¡Qué tengas una semana de novela!