Según como lo veamos, la libertad puede ser una cuestión de impuestos. Cuando nos hablan de la lucha de un pueblo por obtener su libertad, imaginamos un régimen autoritario y corrupto frente a una sociedad empobrecida y oprimida. Esta subversiva sociedad lucha por principios transcendentales como la justicia y la libertad.
Hasta aquí todos estamos de acuerdo. Incluso llegamos a apoyar esa sociedad sin conocer más detalles. Sin embargo, ¿por qué cuando metemos la libertad económica por medio, nos cuesta tanto apoyar estos principios? Así nació una de las potencias más grandes del mundo, cuyo estímulo para conseguir su independencia fueron los impuestos.
El sueño del imperialismo
Durante el siglo XVIII y anteriores, Inglaterra compartía los mismos intereses que sus vecinos en Europa: expandir las fronteras de su reino y ganar la supremacía frente al resto de potencias. Sin embargo, las maneras británicas diferían de las imposiciones imperiales que practicaban sus principales rivales.
En su caso, las colonias angloamericanas gozaban de plena autonomía para gobernarse, aunque rindieran cuentas a la corona. La presión fiscal durante aquellos años era bastante menor que la de otros imperios. A su vez, también lo eran comparadas con las que soportaban sus compatriotas en Inglaterra. Aunque, pudiera pensarse que el peligro de vivir en las colonias no lo compensaba la fiscalidad, desde luego era más fácil hacerse rico en el nuevo mundo. Razón por la cual, se produjo una enorme migración a favor de esos territorios. Desde luego, las continuas guerras en el continente no convertían a Europa en un paraíso.
El imperio británico consiguió una victoria aplastante frente a Francia después de la Guerra de los Siete Años. Anexionaron más tierras a su imperio y el regocijo entre los súbditos ingleses era notable. Los colonos tuvieron grandes expectativas después de aquella victoria, pero pronto comprobarían que ser un imperio también tenía sus inconvenientes.
Las 13 colonias y la corona británica: una decepción amorosa
Para entender la ruptura entre los colonos americanos y sus homólogos ingleses debemos mirar las consecuencias posteriores a la Guerra de los Siete Años.
Un imperio, por definición posee un elevado deseo expansionista. Sin embargo, después de la Revuelta de Pontiac, los bandos ingleses e indios llegaron a la conclusión de que ambas razas no podían vivir juntas. Por tanto, se decretó una frontera al oeste de los montes Apalaches según la Proclamación Real de 1763. Aquello fulminó los deseos expansionistas de los colonos.
Por otro lado, la presencia militar continuó estando presente a pesar de haber eliminado la amenaza francesa. Aquello contribuyó al pensamiento general de los colonos, que los soldados cumplían con una misión de intimidación ante posibles revueltas. Así como la necesidad de los recaudadores de impuestos de solicitar apoyo militar en sus competencias. Además, se consideró una obligación de los colonos mantener a los soldados que vivían en sus territorios. En ese entonces, el gasto del imperio había crecido hasta las 130 millones de libras. La libertad se había convertido en una cuestión de impuestos.
La tiranía de los impuestos
La deuda pública acarreó una subida de los impuestos a todos los productos de las colonias, que hasta ahora habían gozado de una libertad económica envidiable en comparación con las colonias españolas.
El precio agravado con impuestos de los productos hacía bajar considerablemente los beneficios de los colonos, así como el nivel adquisitivo de todas las personas que vivían en las colonias. Aumentando si cabe, la pobreza de la población. Muchos de estos productos se conseguían mediante el contrabando con las colonias francesas y españolas, para evitar el impuesto.
Aunque hubo intentos de la corona británica por apaciguar las revueltas, no se abandonó la idea de hacer pagar a los colonos las deudas acarreadas a consecuencia de las guerras. A ello, se incluyó un estricto control comercial, impidiendo las importaciones y obligando a los colonos a adquirir los productos del propio imperio. El Motín del Té fue una de las muchas revueltas que lideraron la respuesta ante las imposiciones de la Corona y el Parlamento.
Como consecuencia, la opresión militar, las restricciones en el uso del papel moneda, la subida de impuestos y el estricto control comercial de la corona encendieron la mecha para la Guerra de la Independencia Norteamericana.
Informarte de manera mas detallada sobre estos impuestos y observa una comparativa con las colonias españolas.
La unión que hizo la fuerza
Ante la opresión de la Corona y el Parlamento británico, los colonos norteamericanos se sublevaron contra el gobierno en defensa de su libertad social y económica. Las diferencias de clase y pensamiento que pudiera haber entre ellos, no fue suficiente para dilapidar su deseo de libertad. Reuniéndose en Filadelfia el 4 de julio de 1776, el Congreso Continental confeccionó la Declaración de Independencia de los Estados Unidos de América.
En ese escrito se proclamaba la soberanía de las 13 colonias norteamericanas sobre sus territorios, de forma independiente al gobierno inglés. La guerra duro hasta el año 1783, siendo la determinación y la unión de todos los colonos lo que atrajo la atención de otras potencias. Ayudados de manera directa e indirecta por ellas, consiguieron su libertad.
Libertad y esclavitud
A pesar del mensaje esperanzador que la libertad económica y social promulgaba, resulta inquietante saber que después de la guerra no se produjo la liberación total. La esclavitud era mano de obra barata y muchos de los negocios sustentaban sus beneficios sobre esa premisa.
Aunque en Pensilvania se promulgó la primera ley antiesclavista de la historia, esta solo era gradual. Harían falta años para concienciar a la gente de la necesidad de extrapolar la libertad del individuo, a otras razas. No sin oposición, como ocurrió en la Guerra de Secesión.
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