Antiguamente, el duelo fue la vía más utilizada para saldar una deuda de honor. Hoy día, gozamos de una enorme ventaja. Las redes sociales nos ofrecen una herramienta perfecta para injuriar a otras personas sin ninguna consecuencia. Estamos acostumbrados a dar nuestra opinión, aunque sea con evidente deseo de hacer daño. Lo que inocentemente llamamos libertad de expresión, podía convertirse en una deuda de honor. Una ofensa que solo se podía saldar mediante un duelo.
La importancia del honor
El duelo se traduce como un combate concertado donde se busca saldar una deuda de honor. Adquirió gran relevancia entre los siglos XV hasta el XX entre las sociedades occidentales. A pesar, de ser practicada ya en tiempos del Imperio Romano. En esta época gran parte del prestigio de una persona y de su familia, no venía dada por sus bienes sino por el honor. Tan extendida estaba esta práctica que era muy habitual la venta de cajas bellamente decoradas con dos pistolas idénticas, popularizadas claro está, a partir del siglo XVIII entre los nobles.
En la actualidad esta práctica nos parece absurda y bárbara. Los motivos por los que se lleva a cabo también languidecen ante sus posibles consecuencias. Sin embargo, aquellos que rechazaban los duelos eran tildados de cobardes y se enfrentaban al escarnio público. Ante la posibilidad de sufrir vejaciones de parte de sus vecinos, tanto ellos como su familia, la primera opción siempre era la de aceptar el duelo. El honor era lo más importante.
Un combate con reglas
A pesar de su mala fama, los duelos eran combates con normas muy estrictas. Cuando una persona se sentía ofendida, lanzaba el duelo con un gesto desdeñoso y ofensivo. De tal manera, que el contrincante no podía pasarlo por alto. Era habitual abofetear al ofensor con un guante o tirar este a sus pies. Esta costumbre procede de la Edad Media, del momento en que se ordenaba a un hombre; caballero. Durante la ceremonia se le daba una bofetada simbolizando la última vez que permitiría una ofensa similar sin represalias.
Esta señal aparece en infinidad de películas y series, una de mis favoritas es la película Los tres mosqueteros (2011), donde D´Artagnan desafía a Rochefort lanzando un guante a la mesa donde está sentado. Aunque este no es el mejor ejemplo de combate reglado.
Siempre que se siguiera las normas, cada duelista debía llevar al menos un padrino. Este se encargaba de asegurarse de que se seguían las reglas, se usaban armas similares y no se hacían trampas. También, caía bajo su responsabilidad elegir un lugar para el duelo. Este debía estar apartado para evitar interrupciones. Por el mismo motivo, solían hacerse al amanecer. Si acontecía una muerte, el padrino se encargaba del difunto. Sin embargo, y por razones obvias, esta costumbre se fue quedando en desuso, cuando empezaron a ilegalizar el duelo.
Luchar o morir en un duelo
A elección de la parte ofendida, el duelo podía ser de tres tipos. La primera variante del duelo era el satisfactorio, y, por tanto, podía finalizarse por el simple hecho de acudir a la cita. Si se elegía el propugnatorio, el duelo se daba por finalizado en el momento en que uno de los contrincantes sufriera una herida, por leve que fuera. Es decir, cuando se demostraba el valor de las partes. Entonces, se consideraba restaurado el honor.
El decretorio era la modalidad más radical, lo que se conoce como combate a muerte. Solo finalizaba con el último aliento de uno de los contrincantes. Teniendo en cuenta que no existía una norma general y que las reglas eran pactadas, podía darse infinidad de variantes. El honor podía quedar satisfecho de varias maneras dependiendo de la personalidad de los combatientes y la gravedad del insulto.
En los duelos con pistolas, los contrincantes se ponían espalda con espalda y contaban un número prefijado de pasos. A continuación, disparaban hasta un máximo de dos disparos. Pues se consideraba una vergüenza, y hasta ridículo, disparar tres veces a un hombre y no lograr herirlo. El desenlace, fuera cual fuera, finalizaba el duelo.
También, podemos ver este tipo de duelo en la serie Poldark, entre el protagonista Ross Poldark y el diputado Monk Adderly, duelista con varios muertos a sus espaldas. Además, observaremos el simbolismo del guante para el desafío. Aunque no fuera un reto directo, las palabras de Ross y su “manera” de pedirle que se levantara del asiento donde estaban sus guantes, es esclarecedora y lo suficientemente ofensiva para Adderly.
Las ideas liberales contra el duelo
A pesar del esfuerzo y de los severos castigos que se aplicaban a los duelistas desde el siglo XVII, no fue hasta la llegada de los movimientos liberales del siglo XIX, que se empezó cortar esta práctica.
El duelo empezó a regularse como un tipo especial de delito. Como consecuencia, se promulgaron la creación de tribunales para resolver las disputas de honor y se produjo una unión entre los medios de difusión y la Iglesia, todos con el mismo mensaje. El duelo era una práctica de restauración del honor desfasada y bárbara. Sin embargo, hizo falta mucho tiempo para migrar el duelo del Código de honor al Código Penal.
Prueba de ello, es el duelo que aconteció en Francia entre Gaston Deffere, alcalde de Marsella y candidato a la presidencia del Partido Socialista y el político René Ribière en el año 1967. Aunque no fue un duelo a muerte, está fue una prueba más, de la impulsividad humana. Para los participantes, el duelo era, sin duda, una deuda de honor.
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Habrá que leer esta apasionante novela sobre el duelo, los libros que hablan sobre espadachines, que quieren salvar su honor, o el de su amada, o el de su familia, de siempre me han encantado, y este de la escritora Victoria Munilla no iba a ser menos
Gracias por tus palabras Ramón. Aunque mi novela actual no engloba el tema del duelo, este sí aparece en una parte de la novela. Una visión muy fiel a la realidad del siglo XVIII donde se mueve la historia.