La picaresca de los comerciantes se adapta a los tiempos y con tantos controles, la calidad de los alimentos es bastante nueva. Sin embargo, el ingenio siempre sobrepasa los obstáculos y los mercaderes de la antigüedad sabían muchos trucos. Descubre algunas de las estafas habituales que convertían a muchos en presas fáciles de los chanchullos alimentarios.

Una escarcha muy especial

A todos nos gustan los pasteles o al menos las tiendas donde se venden. Siempre hay suculentos manjares esperando que nos hagamos con ellos. Adornan las vitrinas de las tiendas y nos seducen con sus exquisitos sabores y sugerente aspecto. Sin embargo, no sabemos lo que esconde esta ambrosía.

Durante los siglos XVIII y XIX era muy habitual adulterar la comida para alargar su vida útil, mejorar su aspecto o amplificar su sabor. En el caso que nos ocupa, y aunque nos parezca una práctica muy bizarra, llegaban a usar vidrio molido para “escarchar” los pasteles. Esta práctica, muy peligrosa, podía ir acompañada del uso de sales de plomo y cobre para teñirlos de un color intenso y atractivo. Estos compuestos altamente tóxicos que hoy nos llevarían a la cárcel, eran muy utilizados en la época. ¿Quién nos iba a decir que el pastelero, con esa cara de bonachón, podía ser un canallita en potencia?

Los márgenes que dejó el café

Con el auge del comercio como consecuencia de las exploraciones, muchos productos extranjeros llegaban a la envejecida Europa, saciando las necesidades del continente. El café al igual que el té comenzó a ganar una gran popularidad y como se puede imaginar dejaba márgenes de beneficio muy interesantes. Su popularidad le gana un puesto entre los chanchullos alimentarios más flagrantes.

Estos márgenes eran aún más interesantes cuando se adulteraba el producto con el uso de otro elemento más asequible. La raíz de achicoria se usaba como sustitutivo del café. Este compuesto, que incluso hoy sigue vendiéndose, es muy beneficioso para la salud, pero a ninguno le gustaría pagar gaseosa a precio de champagne. El color oscuro de la achicoria y su peculiar sabor recuerda al café a pesar de no contener nada de cafeína. En España, la grave crisis que afectó al país en tiempos de la Guerra Civil convirtió a la raíz de achicoria en el “café de los pobres”.

Cuidado con el garrafón

El término de “garrafón” se usa en España para describir un alcohol de mala calidad que te deja un insoportable mareo al día siguiente. Como es de esperar, muchos no sentían el más mínimo escrúpulo al manipular las bebidas alcohólicas si ya lo hacían con los alimentos comunes. Por eso, no podemos dejar estas fuera de los chanchullos alimentarios de la historia.

Sin embargo, se podría decir que se lucían mucho con el alcohol. En Londres, el vino de Oporto se hizo muy popular, incluso más, después del tratado de Methuen. Tanto que había más vino de este tipo en Londres del que se producía en el propio Portugal. Mezclar alcohol con tinte, permitía a los pobres acceder a una imitación del preciado licor, pero el resto de las bebidas no se escapaban de esto. La cerveza se mezclaba con drogas, la ginebra con pimienta, el coñac con tinte para madera e incluso la leche se mezclaba con agua. Al final cuando se tiene una borrachera cualquier cosa que te den a beber esta buena.

Echando tierra al asunto

Si pensabas que se había acabado pues no, todavía nos queda la tierra bajo nuestros pies. Aquella que era especialmente fina y oscura se usaba sin pudor para mezclarla con el cacao. Sin duda, tiene muchas sales minerales, pero desde luego no tiene el mismo sabor.

La tierra más gruesa, solía mezclarse con la pimienta. Mientras que la arena solía usarse como herramienta de timo para todos los consumidores de azúcar. A excepción de los ricos, que podían permitirse pagar precios más altos en aquellos establecimientos que preferían conservar su reputación intacta, en lugar de mancharla timando a sus clientes.

Irse de compras…menudo peligro

Cualquiera podría pensar en este punto que comprar en un mercado del siglo XVIII y XIX era una verdadera lotería. Sin duda no estabas a salvo de los timos, aunque fueras de clase alta. Sin embargo, podías esquivar mejor a los timadores si lo eras. Los mercados solían vender al por mayor, por tanto, aquellos que podían comprar cantidades grandes, acudían a primera hora de la mañana para elegir las mejores piezas.

De esta manera se encontraban el producto fresco y en bastante cantidad. Sin embargo, los pobres que solían cobrar por la tarde, y del trabajo de un día o semanal, se veían obligados a comprar literalmente al día. Al final, tenían que conformarse con lo que quedaba cuando iban y agudizar el ingenio para evitar ser timados. Por supuesto, había más chanchullos alimentarios que los aquí expuestos, suficientes para escribir un libro.

 

Estamos en el siglo XXI y es muy difícil morir por esta causa, pero puedes tener un buen dolor de estomago si no tienes ojo. Los tiempos han cambiado, pero el ingenio siempre evoluciona por encima de todo. Espero que comentes y te unas al Newsletter, si quieres conocer más detalles sobre la época donde esta ambientada la novela de Bajo el mismo sol. Te espero en el próximo artículo, ¡Qué tengas una semana de novela!