Aunque actualmente el contrabando se perciba como una práctica deplorable, ha sido la mano izquierda del comercio desde sus inicios. Resulta indudable de que el contrabando sigue existiendo, aunque no es el de la época actual del que se habla a continuación. Pondremos las miras en el contrabando en los territorios de ultramar durante el siglo XVIII.

Los primeros pasos del contrabando

Como es de esperarse, el contrabando ha sido un lucrativo negocio que ha acompañado al ser humano durante toda su historia. Aun así, y como cualquier otro negocio, obedece a las leyes de la oferta y la demanda. No es de extrañar entonces que estas prácticas se vieran favorecidas en una época de descubrimientos, donde el océano ya no era una barrera infranqueable y los territorios demandaban más recursos.

Por tanto, el descubrimiento de América y el espíritu aventurero por encontrar rutas comerciales lucrativas, aumento a partir del siglo XVI. Por otra parte, la necesidad de hostigar a los afortunados que conseguían tan fructífero objetivo, coloco el contrabando como una herramienta eficaz en política exterior. A pesar de considerarse un delito, jugaba un papel pivotante en la realidad política, económica y social del momento.

Motivos del auge del contrabando

Sabemos que el contrabando consiste en comerciar con productos exentos de impuestos. Durante la época imperial, las grandes potencias tenían un enorme interés por establecer monopolios. De esta manera acaparaban los beneficios de los negocios locales en perjuicio del comercio extranjero. Esto no significaba un aporte positivo para la población de los territorios coloniales.

Por el contrario, estas prácticas encarecían los precios de los productos, volviéndolos inalcanzables para un elevado porcentaje de la población. Aquí tenemos uno de los motivos por los que el contrabando era tan lucrativo: había numerosos clientes potenciales dispuestos a ahorrarse dinero. El imperio español fue un buen ejemplo de intento fallido de monopolización devastado por el contrabando. Hasta el punto de verse obligado a aplicar el libre comercio en sus colonias, conocido hoy como Reformismo Borbónico.

El contrabando utilizado en política exterior

He dejado caer que el contrabando era una práctica utilizada como arma arrojadiza. Durante el siglo XVI-XVII el imperio español era el más productivo gracias a sus colonias. Esto despertaba envidias en sus vecinos occidentales y muchos de ellos no dudaban en echar mano de los contrabandistas para llevarse una parte del botín.

Un ejemplo, es Francis Drake; un famoso pirata y contrabandista inglés que consiguió el beneplácito de la corona británica durante el reinado de Isabel I. Sus grandes hazañas consistían en atacar puertos hispanos, la venta de suministros ilícitos y el comercio de esclavos. Todo ello, le permitió obtener el título de Sir y un puesto en el Parlamento inglés. Por supuesto, sus prácticas se incentivaron después de tan sustancioso premio.

No obstante, sería un error colocar la etiqueta solo a los ingleses. El contrabando es una medida de socavación económica utilizada por todas las naciones a lo largo de la historia.

Los contactos dentro de la propia metrópoli

Con tantas extensiones de tierra sin vigilancia, introducir las mercancías era sencillo. No obstante, de nada sirve hacer esto si no tienes a quien vendérselo. Aquí los contactos hacían la diferencia y los contrabandistas tenían muy buenos socios en las ciudades donde operaban. Ya fueran aduaneros, cabildos, o cualquier otro miembro de la autoridad del país, las mercancías pasaban ilícitamente los controles. Al final las deficiencias de la seguridad o la implicación de miembros de la propia comunidad permitían el paso continuo de todas las mercancías saqueadas.

Un ejemplo del tamaño de estas redes de contrabando es el caso de Luis Sánchez de Tangle. Este hombre vio proliferar sus negocios comerciales entre las ciudades del Pacífico, gracias a personajes ilustres como el conde de Galve, virrey de Filipinas, que posteriormente sería acusado de contrabando.  Sus familiares continuarían usando sus contactos con altos cargos y mercaderes locales. Los sobornos permitían a los contrabandistas solventar la pesada carga burocrática y favorecían a que la mano izquierda del comercio se fortaleciera.

La sutileza de un contrabandista

Eran muchos los métodos que un contrabandista utilizaba, pero su punto fuerte radicaba en la sutileza y un conocimiento excelso de los trámites portuarios. Así era capaz de evadirlos, ya sea mediante sobornos al funcionario encargado del control o aprovechando huecos en la legislación. La máxima era no llamar la atención y actuar en la sombra. No es una casualidad que el comercio no se viera interrumpido, ni siquiera durante los conflictos bélicos.

Uno de los trucos más comunes era intercambiar las mercancías de un barco a otro. Para ello interrumpían la marcha del navío ya registrado y transbordaban la carga ilícita. Haciendo posible la entrada de productos prohibidos procedentes de otros países. Otro método consistía en una venta ficticia del transporte. Un barco extranjero se vendía a un cómplice local que despedía a la tripulación y contrataba a otra. El barco extranjero pasaba los controles sin complicaciones, como uno local. Después el barco era devuelto al dueño original, reinvirtiendo el proceso y permitiendo repetir la jugada. En tiempos de guerra, se izaba una bandera de un país neutral para evitar posibles ataques.

Un juego de distracción

Al final, el contrabando se traduce en un juego de ingenio y distracción donde los contactos y la estrategia eran más importantes que la fuerza. Un contrabandista nunca buscaba un enfrentamiento directo con la autoridad, sino aprovechar los huecos que este gigante dejaba en su defensa.

Gracias a su perspicacia, los contrabandistas consiguieron un negocio tan lucrativo y consolidado que los funcionarios veían su oposición como un esfuerzo vano y agotador. Antes de resignarse a una batalla donde solo había una victoria sin gloria, muchos decidían dejarse llevar y beneficiarse de este tentador enemigo.

 

El contrabando es uno de los puntos argumentales de mi novela histórica Bajo el mismo sol, y seguiré hablando de él más adelante. Hablaré también de nuestro contrabandista Jamal Bashir. Si quieres unirte a la tripulación puedes registrarte al Newsletter y leer gratis la primera parte. ¡Qué tengas una semana de novela!